Piedra rosada, me llamas ¡mi poeta!, yo te hago musa en mis letras; me llamas ¡compañero!, contigo estoy compañera, rodando en estas corrientes, hasta alguna playa o un mar que rompa sus olas de futuro a nuestros pies.
Hay algo inevitable en tu mirada, en tu pelo bajando recto como la lluvia; algo que espero como semilla latente de un desierto florido, sólo para mostrarte mis colores.
Mójame hoy con tus aguas cotidianas, en esta tarde calurosa; porque es ahora cuando tu poeta te espera, como se espera la estrella fugaz, para verte con tu humanidad vestida de piel, dejar una huella brillante en mis manos morenas.
Piedra rosada, para cubrirte con la metáfora de mi cuerpo y recitar de memoria tu suavidad, tu color; para con mis labios declarar en tu vientre todo el amor y la pasión.
Me llamas ¡mi poeta!, yo te hago musa en mis letras, porque hay algo en tus brazos inevitable como el puñado de noches en mis ojos, como la música de mis dedos, como tu sabor en mi boca.