El Quisco, 1993
Entre el calor de soledades conocidas, quise beber de un corazón inundado, anegado con pena y espera, imposible acercarse a sus orillas
—hacer, deshacer, rehacer—
Sus casi ojos me definen con distancia desde la luz de su sonrisa y debo beber de mi propia mirada
—cada parte de sus sueños le pertenecen, cada vida de sus vidas son sus sueños—
Sus casi ojos me definen con realidad desde su breve apariencia hasta su indefinida permanencia y bebo con mis manos abiertas que dan y piden en el primitivo acto de vivir
—manos abiertas que también sirven para dejar ir—
Sus casi ojos se cierran con silencio, su sonrisa se llena de estrellas —duerme— yo me defino caminando desde mi existir hasta mi propio sueño